Las obras más
extrañas se están realizando en Caspe. Basta darse una vuelta por la geografía
urbana para darse cuenta que la estética y el buen gusto están ausentes de esta
ciudad. Un paseo desde la plaza Compromiso hasta la plaza Aragón es suficiente
para darse cuenta que la estética urbana está sujeta al desorden y capricho de
quien diseña o decide los materiales y
mejoras a realizar.
No
menos de cinco pavimentos diferentes, esquinas destrozaruedas, zonas peatonales
que nadie pide, estrechamiento de las vías de circulación, desaparición de
aparcamientos. Esto pone nerviosos a los ciudadanos e histéricos a los
comerciantes que ven como cada día pierden clientes, se puede percibir que los
peatones no aumentan y la gente deja de circular por el centro urbano que, de
esta forma, está condenado a la marginación y despoblación.
Obras
que se eternizan, soluciones que no gustan a nadie, caos circulatorio, y como
muestra si alguien con automóvil le pregunta a un viandante en la plaza de
España por donde se va a la institución comarcal, hagan memoria y piense el lector por donde
enviaría al que le pide información hasta la dirección solicitada.
Hasta
para los que conocen las calles hay días que resulta caótico circular, y cuando
se realizan obras de larga duración no se tiene previsto un plan alternativo
para facilitar la fluidez.
Está
claro que no hay previsión y que la opinión del ciudadano cuenta poco o nada,
se hace por decreto, y mientras esto sucede el centro sigue despoblándose, los
comercios de esta zona están sufriendo pérdidas que obliga en algunos casos
hasta el cierre de negocios, o en el mejor de los casos, si existe posibilidad,
a trasladarse a zonas menos complicadas.
Ante
esta situación se hace necesario un plan general, en el que participen también
los ciudadanos y los empresarios. De no ser así, estamos abocados a tener un
casco histórico y central abandonado, por muchos ARI que se hagan.